Mi compañero Javier Ordás realiza una interesante reflexión sobre la gestión de proyectos.
Lo que cuenta aplica a cualquier proyecto: ya sea en online, en offline, en medios sociales o en asociales. Pero sobre todo aplica a aquellos proyectos con cierta continuidad en el tiempo.
La mayor parte de los que podemos considerarnos “trabajadores del conocimiento” (categoría algo ambigua, pero que para mí engloba a casi todos los que nos encontramos en el sector de servicios profesionales y no trabajamos en tareas “físicas”) nos enfrentamos a los mismos retos.
Una mezcla de arte, ciencia y organización. Y todo debe estar equilibrado. Una organización excesivamente férrea nos lleva a mecanizar el trabajo, perder espontaneidad e impulso innovador. Los síntomas tardarán en aparecer, porque si la organización es eficiente el trabajo saldrá solo. Lo importante, lo que se perderá, es la chispa que hace brillar el trabajo, la emoción que hay que transmitir. Para emocionar al cliente hay que sentir y vivir las cosas, no sólo aplicar fórmulas de eficiencia.
Aprender a contar con las personas. Es una verdad reconocida que en todo proyecto, por buena pinta que tenga, hay cierta dosis de “mierda”. Se puede aderezar y matizar: pero está ahí, y creo todos sabemos de lo que hablamos. A la mayoría nos entusiasma la parte creativa, la parte en la que analizamos la información a cierto nivel, pero la parte tosca, la parte en la que se pican datos a mano o en la que se colocan y recolocan los gráficos que no quedan bonitos, se cambian las tipografías o cualquier otra cosa tediosa es parte del proyecto. Cuando toda la parte tediosa recae en el mismo le desmotivamos. Y cada persona es importante. Suena a venta de moto o “buenrrollismo”, pero un equipo unido, coordinado y que “se quiere” trabaja mucho mejor. Se organiza de forma natural, crea arte porque siente que lo hace importa.
Pero no podemos olvidar al cliente. No sólo porque sea el que paga o el que decida la continuidad o se alegre o se entristezca. Es porque hacemos las cosas para algo. Y una parte muy importante de ese algo es el cliente, que tiene unos objetivos propios.
Lo que cuento aplica sobre todo a proyectos B2B (que es lo que realmente conozco bien, o al menos “casi” bien) en servicios, en buena parte, “intangibles”. Pero creo que la mayor parte se podría aplicar a casi cualquier trabajo que no sea puramente mecánico. Necesitamos trabajar con otras personas, “emocionar” a personas (del equipo y de fuera), organizar el trabajo para que no nos ahogue, ser rentables y ganar dinero (no se vive del aire) y pasarlo bien. Que no es, en ningún caso, lo de menos: si no lo pasamos bien, no podremos emocionar a nadie.
P.d.: Segundo post desde el iPad. La verdad es que si no pongo enlaces ni imágenes me ayuda con esto de los posts rápidos, porque elimino la pereza del portátil.
¿Rápido?
BTW: ¿no podemos pensar que hay proyectos que por su novedad tienen una planificación compleja de estimar y que es en la repetición y sistematización de metodologías donde aprendemos a estructurarlos?
Sí, rápido: me llevó como unos 20 minutos. Pero claro, prescindiendo de fotos y porque sólo había un par de enlaces. Lo del iPad es para lo que es: consumir contenido. El resto de cosas es “forzar” el uso, por mucho que digan. ¿No dijiste alguna vez que era gracioso ver a gente esforzarse para tomar notas en el iPad en en las reuniones? Pues eso.
Sobre el resto: sin duda, totalmente de acuerdo. Puedes planificar lo que quieras, pero hasta que no estás en harina no ves la realidad. Y ahí es donde está el reto: mientras sacas adelante el proyecto, muchas veces improvisando, vas preparando la metodología. Y para el siguiente todo es más fácil y rápido.